Las Tres Princesas, Día 1

Entras en la taberna "Las Tres Princesas", está completamente hecha de madera, excepto el piso y la chimenea. La mayoría de las mesas están ocupadas por campesinos, de apariencia simple, que se ocupan en comer y beber.
En una de las paredes se encuentra la barra, tras la cual se para un hombre gordo y feo, a su lado se encuentra una mujer joven, por su vestimenta te das cuenta que es una mesera,  al costado de ellos hay una escalera de caracol que sube hasta el piso superior. En otra de las paredes, en la que se encuentra la puerta, hay tres retratos de mujeres jóvenes colgados. En la pared frente a la entrada se observa el fuego de la chimenea. En la última pared hay, hacia un costado, unas puertas que dan a un sótano; también se observa un escudo que cuelga de adorno, debajo de éste hay una mesa, la cual se encuentra ocupada.
Si te acercas, te encuentras con un anciano vestido con ropa simple, aunque tapada por un tabardo verde, con un bigote fino y largo que se extiende a los lados de su cara, y una cofia de lana que cubre su cabeza, le sacas un pie de altura. Está leyendo atentamente el libro que se encuentra en la mesa, ayudándose con la vela que se apoya, junto a una taza de arcilla, en la mesa.
Al notar tu presencia, el viejo deja su lectura, cerrando el libro y colocándolo en la mesa, está encuadrado en tapa negra de cuero, con el título en letras doradas en un idioma que desconoces. Levanta su mirada y, sonriéndote, te invita a que te sientes con un ademán.

- Buenas noches, - te saluda - mi nombre es Taden, ¿viene por el anuncio? - agrega luego.

El anciano escucha atentamente tus palabras, sin borrar siquiera por un instante la sonrisa de su rostro.

- No se preocupe, señorita, entiendo perfectamente su curiosidad, sin embargo - en éste punto frena y le hace unas señas bastante vanas con su mano, pero la empleada parece entenderlo a la perfección - cualquier charla se desenvuelve mejor con algo que masticar, ¿verdad?.
"Formo parte de un pequeño grupo de aficionados a la arqueología, y a la historia en general, vale decirlo. Lo cierto es que es muy difícil para nosotros investigar, pues somos un grupo reducido, y más difícil es que no se enteren las grandes academias y los gremios de éste ámbito. Por eso es que nuestro mensaje es tan discreto y breve, aquí mismo, en Taesan, la Academia Percan podría adelantarse a nuestro descubrimiento."

La mesera llega con una tabla con varios cuencos, donde se observan ensaladas, estofados, unos cuantos panes y varias gachas; parece haber suficiente comida como para cinco personas.

- Sírvase - te dice el anciano, tras lo cual se quita su cofia, dejando ver su cabeza calva, con apenas unos pocos cabellos grises encima de sus orejas. Toma un poco de estofado y come un poco con unos panes. - Pero me adelanto - continua de repente, como si nunca los hubieran interrumpido -, mejor le digo directamente la situación: averiguamos, después de mucho investigar, la locación de unas ruinas de los tiempos de la República. Es la antigua ciudad de Gauvven, y estamos especialmente interesados en que se exploren sus restos. A decir verdad, más de una habilidad nos es útil, pues requerimos sutileza, por eso que ya le expliqué de las demás organizaciones que monopolizan estas áreas de estudio; necesitamos conocimiento, pues cualquier sabio independiente es ciertamente valioso; necesitamos alguien que conozca el terreno, porque hay un largo trecho que recorrer; y necesitamos brazos fuertes que protejan nuestra búsqueda.
"Ahora bien, señorita, y coma algo, por favor, antes de contestarme, ¿le parece válida mi causa? y, atreviéndome a ir un poco al grano: ¿qué habilidades tiene para ofrecer?"

En un principio creí que saldría con otra cosa pero ver que lo que intentaba era simplemente comer algo pues, siendo honesta, me alegró bastante. En casa a penas sí teníamos un poco de agua y pan un poco viejo por lo que ahora mi expresión se había vuelto mucho más relajada y hasta jovial. Lo que sí consiguió desconcertarme era la cantidad de comida que aquella mesera nos había traído. “¡Tremendo apetito el del viejo!” pensé para mis adentros mientras observaba con una media sonrisa cómo disfrutaba de aquellos alimentos. Finalmente decidí intervenir, no sin antes tomar uno de los panes y así darle un buen mordisco.

– Por fin, pan fresco – Dije sin pensar antes de hablar a la vez que algunas migas caían sobre mi ropa e intentaba tragar aquel pedazo de pan. Limpié rápidamente mis labios con la palma de mi diestra y así agregué – Bien, su propuesta me parece interesante. No soy alguien que se interese mucho en la arqueología y esas cuestiones pero~ – Comenté estirando un poco las vocales – Creo que podría ayudarles si necesitan una mano. He sido preparada por un gran hombre. Mi padre me ha enseñado todo lo que sé y, déjeme decirle entre nos, que no hay hombre que haya logrado romper mi escudo ni mi honor aún – Una risa orgullosa salió de mí. No intentaba jactarme precisamente, pero las cosas por su nombre ¿verdad? – Dudo mucho que suceda… Así que, digamos que si lo que necesitan son brazos fuertes que protejan sus intereses y a los miembros de su expedición, podrían contar conmigo – Mencioné esto último llevándome la mano al pecho mientras una radiante sonrisa surcaba mi rostro – Además... Si la recompenza es buena, valdrá la pena por dos. Un cambio de aire no me vendría mal.

Y mientras aguardaba la respuesta de aquel hombre, no reparaba demasiado en los modales – Umm, esto está delicioso – engullendo así con gusto el estofado que yacía sobre la mesa y limpiando mis labios cada tanto con un trapo algo gastado que parecía estar allí con esa única función.

Te encuentras en la taberna "Las Tres Princesas", está completamente hecha de madera, excepto el piso y la chimenea. La mayoría de las mesas están ocupadas por campesinos, de apariencia simple, que se ocupan de comer y beber.
En una de las paredes se encuentra la barra, tras la cual se para un hombre gordo y feo, a su lado se encuentra una humana joven, al costado de ellos hay una escalera de caracol que sube hasta el piso superior. En otra de las paredes, en la que se encuentra la puerta, hay tres retratos de humanas jóvenes colgados. En la pared frente a la entrada se observa el fuego de la chimenea. En la última pared hay, hacia un costado, unas puertas que dan a un sótano; también se observa un escudo que cuelga de adorno, debajo de éste hay una mesa, la cual se encuentra ocupada.
El gordo de la barra te había señalado aquella última mesa cuando tú preguntaste por tus personas buscadas. Mirando hacia allí, descubres que están sentados dos humanos. Uno de ellos es una mujer increíblemente alta, aún más que la mayoría de los miembros de tu raza, su cabello es castaño claro y lo lleva largo y recogido. El otro es un pequeño anciano, calvo - excepto por los pocos cabellos grises encima de sus orejas -, con bigotes finos y largos que se abren a los costados de su arrugado rostro.
Si te acercas, verás además que la mesa está ocupada con una tabla llena de cuencos, los cuales contienen ensaladas, estofados, unos cuantos panes y varias gachas; ambos humanos están comiendo, aunque parece haber suficiente comida como para cinco personas. Además hay una vela apoyada, una taza de arcilla, y un libro con tapa de cuero negro, que dice "Libro de Conjuros de Taden Miafasto", escrito con letras doradas y en idioma celestial.

Observas por un lado a una persona acercándose, te sorprendes al comprobar que se trata de una elfa, habías oído hablar de aquella raza, pero es la primera vez que ves una en persona. Tiene los típicos rasgos élficos, con el rostro estilizado y las orejas en punta, sus ojos son amarillos, y su cabello es corto y de un rubio muy claro, viste una túnica gris, y - si bien es alta - si te pararas le llevarías una cabeza.
Al mirar la mesa, su rostro muestra una expresión de asombro, pero se borra rápidamente en una expresión amable.

- Siento interrumpir la cena - dice entonces, pero luego habla nuevamente, diciendo una breve frase en un idioma incomprensible para ti.

Taden la mira atentamente, y exclama cuando finaliza : - ¡No hay nada que disculpar, por favor! - pero apenas un rato después comienza a hablar en un idioma desconocido. Después de varias palabras en ese extraño lenguaje, le ofrece a la elfa una silla, y te mira a ti:

- ¡Qué afortunado mi día, tantas visitas! - exclama entonces.


Galis Eesenin

El anciano te mira atentamente, sus cejas grises se levantan levemente por tu sorpresiva intromisión, arrugando aún más su pálida frente.

- ¡No hay nada que disculpar, por favor! - te dice en común, tras lo cual comienza a hablar en celestial - No me malinterprete con lo que le voy a decir, pues tengo un profundo respeto y admiración por las costumbres de su noble pueblo, pero este libro jamás estuvo en Elediar, de modo que es imposible que regrese allí.
"¿Qué le parece si se sienta con nosotros, come algo, si es de su agrado, y hablamos tranquilamente? Por cierto, mi nombre es Taden Miafasto."

Dicho esto te arrima una silla y sonríe amablemente. Luego observa a la humana y le dice, en común, lo siguiente:

"¡Qué afortunado mi día, tantas visitas!".

Galis Eesenin y Edana Langer

El rostro sonriente del anciano va cambiando a medida que Galis suelta nombres, y para cuando menciona a Namirael, su expresión es de verdadero asombro.

- ¡Namirael! ¡grato nombre vengo a oír de tus labios! - exclama con alegría, mirando a la elfa - Hace ya cinco años que dejó este mundo. Yo lo acompañaré dentro de algún tiempo, pero creo que todavía me queda algo de vitalidad. En cuanto a Jawbin, bueno, es un gran amigo, más tendrás que contentarte conmigo, pues él se encuentra de viaje - agrega luego con voz calma.

(En ése punto entra Tiramir, pero que directamente él lo describa)

Te encuentras en la taberna "Las Tres Princesas", está completamente hecha de madera, excepto el piso y la chimenea. La mayoría de las mesas están ocupadas por campesinos, de apariencia simple, que se ocupan de comer y beber.
En una de las paredes se encuentra la barra, tras la cual se para un hombre gordo y feo, a su lado se encuentra una joven - por su apariencia deduces que es una mesera -, al costado de ellos hay una escalera de caracol que sube hasta el piso superior. En otra de las paredes, en la que se encuentra la puerta, hay tres retratos de mujeres jóvenes colgados. En la pared frente a la entrada se observa el fuego de la chimenea. En la última pared hay, hacia un costado, unas puertas que dan a un sótano; también se observa un escudo que cuelga de adorno, debajo de éste hay una mesa, la cual se encuentra ocupada.
El anuncio mencionaba aquella última mesa bajo el escudo. Mirando hacia allí, descubres que están sentadas tres personas. Una de ellas es una mujer increíblemente alta, si no fuera porque su rostro  carece del exótico maquillaje y los tatuajes gemarios, y de que no lleva los vistosos adornos de tu pueblo, podrías confundirla con uno de los tuyos; su cabello es castaño claro y lo lleva largo y recogido. En la misma mesa se sienta un pequeño anciano, calvo - excepto por los pocos cabellos grises encima de sus orejas -, con bigotes finos y largos que se abren a los costados de su arrugado rostro. El tercer ocupante es lo que parece ser una elfa, aunque es notablemente más alta y pálida que los que recuerdas haber visto en tu reino; lleva el cabello corto y de un rubio muy claro.
Si te acercas, verás además que la mesa está ocupada con una tabla llena de cuencos, los cuales contienen ensaladas, estofados, unos cuantos panes y varias gachas; ambos humanos están comiendo (a diferencia de la elfa), aunque parece haber suficiente comida como para cinco personas. Además hay una vela apoyada, una taza de arcilla, y un libro con tapa de cuero negro, con letras doradas en un idioma incomprensible para ti.

La llegada de aquella extraña no logró desconcentrarme de mis tareas. Estaba tan absorta engullendo el estofado que para cuando alcancé a prestar atención mi cara de asombro debe de haberse visto muy mal. Limpie con brusquedad mi boca y con una amplia sonrisa me dirigí a la nueva comensal – ¡Una elfa! Jamás había visto una en persona – No estaba en mí ofenderla, claro que no. Por ser la primera vez que veía a uno de esos extraños seres orejudos mi reacción había sido bastante más calma de lo que alguna vez creí poder reaccionar pero sí, estaba encantada con su presencia. Había oído hablar de ellos, incluso había visto algunas ilustraciones. Pero jamás tuve oportunidad de ver uno en persona.  Tristemente, mis intentos de socializar se vieron truncados en cuanto aquellos dos comenzaron a hablar en un idioma bastante raro. Enano no era, eso estaba segura pero ¡que descortés de su parte! Preferí ignorar lo que dijesen cruzando mis brazos e inclinando un poco mi cuerpo hacia un lado de la silla mas cuando finalmente habían decidido dialogar en común, alguien más irrumpió nuestra cena.

– Ejem, parece que tenemos visitas – Musité al carraspear mi voz y cubrirme los labios con la mano un momento sólo intentando llamar la atención de los entretenidos y parlanchines compañeros de mesa que tenía entonces. Aquel hombre no llamó demasiado mi atención, no al menos por su aspecto; Digamos que tenía un estilo similar al de Padre, sin embargo aquella cicatriz y su altura si consiguieron sorprenderme. Quizá se trataba de un mercenario. En cuanto concluí con mis divagues mentales, a penas unos segundos más tarde de que él hubiese callado, mi ceño se frunció para así devolver la mirada al extraño. Tenía un acento algo “peculiar” ¿sería un forastero?

Estaba intrigada, sin embargo, mostrándome indiferente correspondí el saludo – Parece que a varios nos interesó ese cartel, eh… Buenas noches entonces, señor –

El anciano no puede evitar que su rostro muestre una mueca de sorpresa, pero rápidamente vuelve a su expresión normal.

- Yo, y alguno de mis colaboradores, fuimos quienes colocamos los anuncios para la expedición, y como bien dice la dama, parece ser el segundo en responder al llamado - tras decir esto mira de abajo a arriba a Tiramir - ¡va a hacer que mi cuello colapse si no se sienta! - agrega luego en tono cómico, tras lo cual le acerca una de las sillas.

- Si me tiene algo de paciencia, responderé a todas sus dudas - le dice entonces a Galis, para luego explicar a los humanos:

"La expedición es una misión arqueológica. Hace un tiempo largo que venimos investigando escritos y mapas antiguos, y recién ahora pudimos averiguar algo al respecto; queremos explorar las ruinas de Gauvven, una antigua ciudad de la República destruida hace tiempo, por lo que sabemos. Hasta hace poco ni sabíamos la posición exacta, pero ya creemos haberla encontrado. Lamentablemente, sólo yo me encuentro en éstos momentos en condiciones de comprobarlo, pues mis socios están lejos de aquí, pero mi vejez me impide realizar tal viaje.
De modo que coloqué unos anuncios no demasiado llamativos, pues de lo contrario tendría a los eruditos de la Academia Percan (y a otras organizaciones monopolizadoras) adelantándosenos. La dama aquí presente - dice mientras mira a Edana - , de la cual aún no se el nombre, parece ser una fiable guerrera, lo cual es necesario para el bien de nuestro proyecto. En cuanto a usted - agrega mirando a Tiramir -, tiene un aspecto formidable, pero no prejuzgaré sus talentos. ¡Preséntese y díganos lo que tiene que ofrecer a la compañía, que seguro es mucho! - exclama entonces - Sin embargo, antes de que me conteste, permítame que le responda a nuestra camarada de Elediar, que parece haber viajado un largo trecho - finaliza.

Para Galis:

- ¿Gemaria? ¿eso queda en el oeste, verdad? - pregunta el anciano con rostro confuso, pero parece más bien que piensa en voz alta - Bueno, un rastreador será muy útil, sin dudas, pues el camino a Gauvven es largo y se aleja bastante de tierras civilizadas. - agrega luego, tras lo cual toma un trago largo y se levanta de su silla.

- Me temo que ya es hora de que éste viejo se vaya a la cama, ya no puedo permitirme esas largas noches de taberna. Mañana en la noche nos veremos nuevamente aquí, tal vez haya alguien más vea el mensaje; ustedes deberían aprovechar para pensar bien la propuesta, y, por qué no, conocerse mejor. Adiós y que Celeis los bendiga - dicho esto Taden se acomoda su cofia, toma su libro, y se retira del lugar, saludando antes con un rápido gesto al tabernero.